No tengo más remedio que empezar este artículo señalando el hecho de que el título por el que habéis venido a leerlo es, sin lugar a dudas, un bait: no todos los Final Fantasy son en realidad Star War. Pero muchos sí. Antes de entrar en materia, querría dejar claro que no es mi intención hablar aquí de plagios ni copias, que ambas franquicias me encantan y que esta comparación nace de mi más profundo respeto por ambas. Así que si vienes a buscar carnaza de alguna de las dos, este no es tu sitio. Una vez con todo esto claro, empezamos.
Por supuesto, a partir de aquí spoilers de todos los Final Fantasy desde el 1 al 12.
Para quien, por alguna razón que pueda incluir haber vivido en un búnker durante años, no conozca alguna de las dos franquicias, haré una brevísima introducción de ambas. Star Wars es una saga de ciencia ficción que nace de manos de George Lucas en el año 1977; mientras que la primera entrega de Final Fantasy tardará diez años más en ver la luz, en un equipo liderado por Hironobu Sakaguchi. Pese a que la primera fue concebida, prácticamente, como un proyecto menor de serie b y la segunda era un intento desesperado por salvar a Squaresoft de la bancarrota total; el éxito de ambas fue tal que se convirtieron inmediatamente en fenómenos culturales, dando lugar a largas sagas y multitud de productos transmedia.
Y lo cierto es que, salvo este detalle, poco tienen en común la primera entrega de Final Fantasy y Star Wars, ya que la primera fue, en este caso, planteada como una historia clásica de fantasía. Existen algunos paralelismos entre ambas, como el personaje ermitaño que ayuda a los protagonistas a alcanzar su verdadero potencial, o el misterioso villano enmascarado que solo es un secuaz de un ser superior; pero a mi parecer son más bien vicios propios del género fantástico que paralelismos reales entre ambas.
Mucho más interesante es que saltemos directamente a Final Fantasy II, la entrega por la que este artículo es posible. Si bien he dicho que en ningún momento quería hablar de plagio, me resulta un poco complicado no hacerlo para referirme a esta entrega. Debido al éxito del Final Fantasy original, se le encargó a Sakaguchi hacer una segunda parte similar. En lugar de crear una secuela, pues el primer juego había terminado bien cerrado, se decidió dotar a FF de un carácter antológico que ha perdurado hasta las últimas entregas. De este modo, la historia, mundo, personajes e historia de este juego nada tenían que ver con el anterior.
Pero, ¿de qué va Final Fantasy II? A grandes rasgos, un Imperio llamado Palamecia se ha extendido conquistando todos los reinos que encontraba a su paso, y los únicos que se enfrentan a él son los miembros de un grupo rebelde llamado Rosa Salvaje y dirigido por una princesa guerrera llamada Hilda. Esta princesa no tardará en ser secuestrada por el segundo al mando del Emperador (que no tiene nombre, solo “El Emperador”), un guerrero enmascarado llamado el Caballero Oscuro. Los protagonistas del juego tendrán entonces que infiltrarse en la mayor máquina de guerra del Imperio: una gigantesca base militar voladora llamada El Acorazado, salvar a la princesa y destruir la fortaleza desde el único punto débil que se encuentra en su interior. Finalmente, el Caballero Oscuro se revelará como el hermano de una de los protagonistas, al que todos creían muerto, y, luchando junto a los héroes, lograrán derrotar al Emperador.
No sé si os sonará de algo.
Pero por si fuera poco, echadle un ojo al cartel de Final Fantasy II.
Esta, llamémosla, inspiración; daría lugar a un largo juego de dominó en el que la influencia de Final Fantasy II iría starwarsizando todas las secuelas de la franquicia sin que, a priori, ninguna busque tan activamente ser la Guerra de las Galaxias. Aunque antes de eso tendríamos que pasar por Final Fantasy III.
La tercera entrega de la saga vendría a ser un remake encubierto de la primera. Olvidándose de Imperios, de rebeldes y de caballeros enmascarados, Final Fantasy III vuelve a la simpleza de la fantasía clásica, recuperando tanto el sistema de trabajos de FFI como su desarrollo de la historia, a través de cuatro guerreros sin nombre que se enfrentan a la oscuridad. Al igual que sucedía con la primera entrega, aquí están presentes varios tropos de la fantasía que también nos encontraríamos en Star Wars, pero nada especialmente destacable.
Sin embargo, Final Fantasy IV sí que bebería ya directamente de FFII en muchos aspectos argumentales y, por tanto, de Star Wars. Este sería el primer Final Fantasy que tenía un interés real por contar una historia estructurada, de manera que podemos ir encontrando algunos detalles más elaborados- aunque siempre menos escandalosos que en FFII-.
Ya para empezar, las sutiles referencias de Sakaguchi incluyen que el cuerpo militar al que pertenece el protagonista de este juego, Cecil, se llama “Red wings”. También tenemos en este juego a un caballero enmascarado de negra armadura con una relación familiar con el protagonista, Golbez, y a un sabio anciano que hace años juró detenerle por sus crímenes y se sacrifica a sí mismo en este afán, Tellah.
Aún así, para mí, este no es el principal paralelismo que tiene esta entrega con la franquicia Star Wars, sino que para encontrarlo debemos centrarnos en la figura del protagonista. Cecil, un Caballero Negro del ejército de Baronia, tras ser traicionado por su propio rey, se embarcará en un camino interior en busca de lo que es importante para él. Para ejecutar esta narrativa, se plantea una dualidad entre el uso de la magia negra, de oscuridad; y la magia blanca, de luz. En todo momento del juego, Cecil tendrá que decidirse entre ser un Caballero Negro o un Paladín. Un guerrero de la oscuridad o uno de la luz. Y bueno, creo que las imágenes de ambos hablan por sí solas.
Sobre Final Fantasy V no os voy a engañar, no recuerdo nada. Pero seamos sinceros, ¿a quién le importa?
En Final Fantasy VI nos encontramos, una vez más, con los que ya empiezan a ser los tropos clásicos de esta franquicia. Un gran Imperio destructor, conocido en este caso como Imperio, y una fuerza rebelde llamada Los Replicantes a la que pertenecen los protagonistas. Los paralelismos con Star Wars son, en este caso, un poco más diversos a los que habíamos ido teniendo hasta este momento. Para empezar, desde una perspectiva meramente estética, el Imperio se presenta como una poderosa fuerza autoritaria y tecnológica, con grandes máquinas que arrasan las pocas fuerzas que les quedan a los rebeldes.
Al igual que en Star Wars, en este juego también la realeza participa del movimiento rebelde, a través del rey Edgar de Fígaro; hay unos pequeños animalitos antropomórficos que resultan ser una poderosa fuerza militar capaz de frenar al mismo imperio, los Moguri, y se incluye un piloto gamberro aficionado a los juegos de azar que tendrá que prestar su nave a la rebelión, Setzer. Pero, sin duda, la mayor influencia de Star Wars en esta entrega se da en la Guerra de los Magi. Al igual que la trilogía original, este juego se contextualiza en un mundo cambiado por la guerra. Una guerra en la que un poder tecnológico se enfrentó cara a cara con un poder mágico que en la actualidad apenas se conoce como un mito, pero que se sigue dando en algunas personas elegidas. Al igual que Luke, Terra descubre en sí misma un poder que ni ella misma entiende y que el Imperio quiere utilizar para sus fines. Así, Kefka, el gran general del Imperio, buscará en todo momento convencer a Terra para pasar a formar parte de sus filas y utilizar su poder para dominar la galaxia.
Y también está esto.
Efectivamente, a partir de este momento la franquicia empezaría a explicitar la estrecha relación que tiene con Star Wars a través de pequeñas referencias más directas, como la de la última captura o la aparición de dos personajes llamados Biggs y Wedge-como dos pilotos de el Episodio IV-en los Final Fantasy VI, VII y VIII.
Pero, tras diez años de trayectoria, había llegado el momento de cambiar. De la mano de Yoshinori Kitase, la saga Final Fantasy necesitaba evolucionar. Final Fantasy VII dejó atrás la estética de sus compañeros clásicos, las tramas sobre los elementos y cristales y mundos feudales, sustituyendo la fantasía por una ciencia ficción decadente cercana en algunos momentos a Blade Runner. Pero hubo algo que ni siquiera Final Fantasy VII pudo dejar atrás: ser Star Wars.
Aunque ya no había lugar para Imperios ni familias reales, esta entrega vuelve a estar narrada desde el punto de vista de un grupo rebelde, Avalancha, que en este caso lucha contra un imperio corporativo llamado Shin-Ra. Aunque los paralelismos con Star Wars empezaron a apagarse con esta entrega, aún nos podemos encontrar distintos detalles interesantes.
Para empezar, en este mundo existe SOLDADO, una fuerza paramilitar formada por guerreros de élite, imbuídos con un poder especial que obtienen a través de la Materia y en el que todos luchan con unas espadas especiales. Aunque, en realidad, todos estos parecidos son meramente estéticos, pues SOLDADO y la Orden Jedi poco tienen en común.
Al igual que en esta entrega, las posteriores fueron dejando de ser Star Wars paulatinamente, hasta mantener solo algunas referencias a la saga cinematográfica, tales como la mención a una frase de Yoda en el Episodio I por parte de uno de los villanos. de Final Fantasy IX, o la aparición de este señor en Final Fantasy VIII, que te intenta vender a la Emperatriz y que… bueno, que es Jabba el Hutt.
Otras cosas estaban cambiando por estas fechas. Un año antes de la salida de Final Fantasy IX se estrenaba en cines de todo el mundo la controvertida La Amenaza Fantasma. Pese a que el impacto cultural de las precuelas no fue ni mucho menos tan relevante como el que tuvo la trilogía original y sus bondades fueron mucho más cuestionadas; su influencia, sobre todo estética, en la ficción de la primera década del siglo XXI es innegable.
Así, llegamos a Final Fantasy X, quizás uno de los Final Fantasy menos Star Wars de toda la franquicia, pero del que todavía podemos extraer algunos paralelismos, sobre todo a nivel estético. Ya desde el principio, nos encontramos claras similitudes entre Coruscant y Zanarkand, la gran ciudad de la que proviene Tidus; ambas probablemente influidas, a su vez, por la estética clásica de Blade Runner. Igualmente, también podemos encontrar similitudes entre Otoh Gungan, la ciudad en la que vive la especie de Jar Jar Binks, y Guadosalam, hogar de Seymour y los guado en FFX. Ambas tienen motivos orgánicos, formas redondeadas y un estilo primordialmente modernista. Y, de esta misma manera, también encontraremos paralelismos entre Bikanel y Tatooine.
A nivel argumental, no podemos olvidarnos de la dualidad Auron-Jetch, muy similar al planteamiento que tenían Obi-Wan y Vader en el Episodio IV. Dos viejos amigos que lucharon contra un mal en el pasado-Sinh-, ahora se enfrentan alrededor de la vida del hijo de uno de ellos. Jetch, el padre de Tidus, se ha convertido en el mal que juró destruir; mientras que Auron vive como un fantasma, guiando a Tidus en el camino para derrotar a su padre.
Al igual que en este juego, FFX-2 sigue bebiendo de la estética de las Precuelas para algunas localizaciones nuevas, tales como Bevelle; pero en general todas siguen siendo evoluciones del juego anterior.
Sobre Final Fantasy XI y Final Fantasy XIV no me voy a pronunciar en este artículo, porque no los he jugado y porque su enfoque online no me resulta muy interesante, pero si alguien que los haya jugado quiere dejar alguna información al respecto en los comentarios, estaré encantado de leerla.
Así que llegamos al año 2006. Podría parecer que todo estaba perdido. La franquicia había dejado de ser, poco a poco, Star Wars para adquirir una nueva identidad propia. Ya no había rebeliones, ni caballeros enmascarados; y ni siquiera estaban ya Biggs y Wedge. Pero entonces llegó Hiroyuki Ito a los mandos de la franquicia. Un hombre de visión, que sabía donde yacían las verdaderas raíces de Final Fantasy. Un hombre que tenía claro que para que Final Fantasy fuera buena, necesitaba ser Star Wars. Así nació Final Fantasy XII. Y, antes de decir nada, solo os dejaré con estas imágenes.
Como podéis ver, Final Fantasy XII será un juego completamente abierto respecto a su esencia Star Wars desde la presentación de los personajes protagonistas. Vaan es un joven humilde que vive de trabajar para otros y robar a soldados imperiales en la ciudad de Rabanasta, una gran urbe situada en mitad del desierto. Sueña cada día con poder ser pirata de los cielos y escapar de allí, pilotando su propia nave; pero no tardará en verse envuelto en una batalla de la resistencia, que lucha contra la supremacía del Imperio y para liberar el reino de Dalmasca. Será aquí donde Vaan conozca a Balthier, un pirata espacial que capitanea el Strahl, pero que antaño trabajó para el Imperio. Igualmente, Balthier tendrá su propio Jabba el Hutt, un cazarrecompensas llamado Ba’Gamnan.
En el lado opuesto de la balanza, este juego vuelve a incluir un malvado caballero enmascarado, Gabranth, con lazos familiares con uno de los protagonistas y con una redención final en la que ayudará a los protagonistas a derrotar al Imperio. Este Imperio, por otra parte, tiene Bahamut, una inmensa fortaleza aérea en la que los protagonistas tendrán que infiltrarse para dar el golpe de gracia al Imperio y liberar Dalmacia.
Lo cierto es que Final Fantasy XII vive y celebra enormemente todos sus paralelismos con Star Wars, disfruta de ellos y los exhibe sin miedo. Lo que, sin duda, empezó como una copia descarada, ha dado lugar a una serie de tropos que han acabado siendo tan elementales para esta franquicia como lo son para Star Wars. Imperios, resistencias, caballeros enmascarados y lazos familiares son, en este momento, un elemento tan central de Final Fantasy como lo son de Star Wars. Final Fantasy XII lo sabe y lo abraza sin miedos, sin buscar otros caminos y sabiendo volver a sus raíces sin perder el toque que hizo grande también a sus últimas entregas.
Los siguientes lanzamientos de la franquicia han vuelto a alejarse bastante de Star Wars, o al menos no han vuelto a estar nunca tan cerca como lo estuvo Final Fantasy XII. Toda esta carta de amor que fue FFXII a los clásicos trató de repetirse en Final Fantasy XIII, aunque haciendo alusión a otros elementos narrativos como pueden ser los cristales que no vienen muy a cuento en este artículo. Igualmente, FFXV, pese a que sí repite algunos tropos de Star Wars, se aleja bastante más que los anteriores de este núcleo temático con el que los hemos ido enlazando.
Pese a todo, creo que es indiscutible la influencia que ha tenido Star Wars sobre esta franquicia. Es cierto, puede que no todos los Final Fantasy sean en realidad Star War, pero sin lugar a dudas, forma parte de lo más profundo del código genético de la franquicia. Final Fantasy no es Star Wars, pero Star Wars forma parte de todas y cada una de las entregas desde el principio de la saga. Final Fantasy es Star Wars, como parte de su esencia y de su identidad. Y el día en que deje de serlo, puede que también deje de ser también Final Fantasy.